sábado, abril 02, 2011

Una vez más, el pueblo las abraza

“Todo bien, pero ¿quién va a ahí?” La pregunta pareció hacer eco dentro de mi cabeza golpeando violentamente todo mi ser y obligándome a dejar el cómodo sillón en el acto. Al alzar la vista me encontré con la mirada de mi interlocutor, que seguramente esperaba una respuesta. Rápidamente pensé en contestarle algo así como: “todos aquellos que tienen un poquito de sensibilidad; que no quieren que vuelva a pasar lo que pasó hace 35 años; los que no creen en que la dictadura sea un tema del pasado, sino del presente y sobre todo del futuro.” También pensé en explicarle pacientemente que un pueblo sin memoria es un pueblo condenado a volver a tropezar con las mismas piedras una y otra vez. Incluso se me cruzó por la cabeza insultarlo. Pero no. “Gente como yo, y es más, me voy para la plaza”, fueron mis únicas palabras antes de partir del deliciosamente bien decorado departamento de barrio norte, el último 24 de marzo a eso de las siete y media de la tarde.
Llegué alrededor de las ocho y media. Hacía por lo menos tres años que no participaba de los actos del 24 y sentía un poco de remordimiento por tanto tiempo de abandono. La atmósfera era muy distinta a la respirada en aquellos años, flotaba una especie de alegría melancólica, que casi podía tocarse. Mientras apretaba el paso para no perderme el discurso principal, las sensaciones del ambiente se fueron filtrando por todo mi cuerpo y mi piel comenzó a erizarse al escuchar el clásico “(…) a donde vayan los iremos a buscar. Olé, olé…”.
Siempre me llamó la atención lo que sucede en el pueblo cuando le habla las Madres o las Abuelas, es una sensación que no pueden reflejar las cámaras de televisión, ni tampoco las mejores plumas. Cuando ellas hablan la plaza se vuelve una sola y los sentimientos de uno son los de todos. Acá no hay chori ni coca, acá no hay micros, ni promesas de ningún tipo.
Aquella pregunta seguía haciéndome ruido en los oídos, y mi mirada comenzó a pasear entre quienes me rodeaban. Los rostros de miles de chicos, jóvenes y viejos llegaron hasta mí, al tiempo que comenzaba el discurso que, en conjunto, brindarían las Madres y las Abuelas.
Estela le pidió a la Presidenta de la Nación la desclasificación de los archivos de la dictadura y recordó- por si algún despistado no lo tiene presente- que el golpe solo pudo ser posible gracias al apoyo civil y empresario que tuvieron los militares. Al tiempo que Tati Almeida, de Madres, línea fundadora, dedicó gran parte de su oratoria al recuerdo del ex presidente Néstor Kirchner. Aquél que dijo sentirse hijo de las madres a meses de haber asumido. El mismo que obligó a descolgar el cuadro del genocida. “A Néstor no lo enterramos, lo sembramos” gritó Tati con todas sus fuerzas y la plaza vibró en una sola voz: “Néstor no se murió, está vivo en el pueblo, la puta madre que lo pario.”

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