lunes, noviembre 16, 2009

Say No More es impermeable



23 de octubre de 2009. Cumpleaños de Charly, la vuelta. El reencuentro. Luego de una jornada laboral cargada de impaciencia y nerviosismo el reloj dio las siete de la tarde, era la hora de salir. En la puerta me esperaba mi hermana en un taxi, listo para depositarme en el estadio de Vélez. El cielo estaba de un gris amenazante, y cuanto más nos acercábamos al oeste ese gris era más oscuro y denso. Para aumentar el dramatismo el chofer dice: “Pibe, te aviso ahora; si caen piedras yo guardo el auto y nos vemos.” Como era de esperarse el automóvil no tardó en entrar en un típico embotellamiento porteño, el cual me propuse tomar con filosofía oriental; cerrando los ojos y meditando sobre el verdadero sentido del puré de tomates en cajita. Este momento tan profundo se vio interrumpido- dos segundos después de haber comenzado- por un alarido que nacía desde algún lugar a mis espaldas, un sonido hermético, sorpresivo, un gemido casi bestial que parecía envolver todo el taxi, amenazando con quebrar en dos al pobre Peugeot, que repentinamente pareció oscurecerse y comenzar a flotar, miré por la ventanilla pero las nubes no me dejaban ver nada, y lo único que se escuchaba era esa voz penetrante, inquietante, agónica, hipnotizante. Lentamente ese chirrido comenzó a tomar más cuerpo, era una voz humana sin dudas, me esforcé por tratar de comprende lo que decía, parecía pedir ayuda, pero por más que intentaba no lograba comprender lo que recitaba, el tiempo perecía detenido- quizá para acompañar al tránsito, que ya permanecía en ese estado desde hacía unos interminables tres eternos minutos- y el rugido seguía golpeteando contra mis sienes, cada vez más fuerte, más cercano, hasta que pude entender lo que reclamaba esa voz ronca inundando todo mi entorno ¡Penal! ¡Penal de Saavedra sobre Boselli! ¡Penal para Estudiantes de La Plata.